Y ESCRIBO SOBRE EL BIEN, SOBRE LA VICTORIA, LA DICHA Y EL AMOR

ojodigital

A veces me preguntan si lo que cuento sucedió en realidad. Si los personajes de mis relatos son reales.

Y mi respuesta es que sí sucedió, que sí son reales, más que reales. Ciertamente mis personajes son colectivos, en ellos se funde el inacabable calidoscopio de mis infinitos orfanatos. Pero todo sobre lo que escribo es verdad.

La única peculiaridad de mi obra, que a veces contradice la autenticidad de la vida y se aleja de ella, es la mirada del autor, una mirada tal vez algo sentimental, que puede caer a veces en el patetismo. Yo evito premeditadamente hablar de lo malo.

La vida y la literatura, estoy convencido, están repletas ya de tremendismo. Y ocurre que yo, por mi vida, he tenido ocasión de ver demasiada crueldad y demasiado odio humanos. No quiero describir el hedor de la decadencia humana ni lo abyecto de su animalidad, es decir, no es mi intención multiplicar el ya infinito rosario de cargas encadenadas de maldad. No quiero. Y escribo sobre el bien, sobre la victoria, la dicha y el amor.

Escribo sobre la fuerza. Sobre la fuerza espiritual y la física. Sobre la fuerza que se encuentra en cada uno de nosotros. Sobre la fuerza que rompe todas las barreras, sobre la fuerza que vence. Cada uno de mis relatos es la narración de una victoria. Hasta resulta vencedor el niño del relato «La croqueta», que es una historia algo triste. Vence incluso dos veces. La primera, cuando el chico, a falta de un cuchillo, encuentra entre los desordenados cachivaches de sus conocimientos inútiles las tres únicas palabras que surten efecto sobre su oponente. Y la segunda cuando decide comer, es decir, cuando decide vivir.

Un oficial que sucumbe ante un enemigo muy superior en fuerzas es un vencedor. Yo siento respeto por este tipo de personas. Pero, de todos modos, lo principal en esta persona son los juguetes… Estoy persuadido de que, en la balanza de los valores humanos, la alegría de un niño ante un juguete nuevo pesa mucho más que cualquier victoria militar.

Este libro trata de mi infancia. Sobre una vida cruel, pavorosa y que, sin embargo, es mi infancia. Para conservar en el alma el amor al mundo, para crecer y hacerse mayor un niño necesita muy poco: un pedazo de tocino, un bocadillo de salchichón, un puñado de dátiles, el cielo azul, un par de libros y el calor de una palabra humana. Con esto basta, con esto basta y sobra.

Los personajes de este libro son individuos fuertes, muy fuertes. El hombre con mucha frecuencia se ve obligado a ser fuerte. Y bondadoso. No cualquiera se puede permitir ser bueno, no todos son capaces de superar la barrera de la incomprensión general. Demasiado a menudo a la bondad se la toma por debilidad. Es triste que sea así. Ser una persona es difícil, muy difícil, pero es más que posible. Y para conseguido no es imprescindible alzarse sobre las patas traseras. En modo alguno es imprescindible. Eso es lo que creo.

Blanco sobre Negro

Rubén Gallego

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