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SI ES LA INMOVILIDAD LO QUE RECONOCÉIS COMO AUTÉNTICO, ENTONCES LOS VEGETALES DEBERÍAN POSEER LA VÍA II
«Adeptos, ¿queréis ver las cosas conforme a la Ley (al Dharma)? Guardaos tan sólo de dejaros sugestionar por los demás. Todo prejuicio que encontréis tanto fuera como dentro de vosotros, matadlo. Si encontráis al Buddha, ¡matad al Buddha! Si encontráis un patriarca, ¡matad al patriarca! Si encontráis un Arhat, ¡matad al Arhat!..Este es el medio de liberaros, de escapar a la esclavitud; ésta es la evasión, ésta es la independencia».
«Entre estos adeptos que vienen a mí de todas partes para que les enseñe la Vía, no hay ninguno que no sea dependiente. Pero yo, desde el principio, les pego. Si se expresan con las manos, les pego en las manos; si se expresan con la boca, les pego en la boca; si se expresan con los ojos, les pego en los ojos. Pues no hay ni uno solo que haya dado muestras de independencia, todos han caído en la trampa ilusoria tendida por los antiguos.
Yo, el monje de las montañas, no tengo ninguna Ley que dar a los hombres; no hago más que tratar la enfermedad y desatar los lazos… Hace cinco años, hace diez, que no encuentro a un solo hombre verdadero.
Todos son semejantes a duendes de los bambúes y los árboles que se aferran al follaje como parásitos, bestias hediondas, larvas malignas que van a hartarse en todos los montones de excrementos, bandas de ciegos que consumís indebidamente los dones hechos por los devotos mientras proclamáis: «¡Somos monjes salidos de la casa!».
LIN-TSI
Los maestros Zen
Jacques Brosse
SI ES LA INMOVILIDAD LO QUE RECONOCÉIS COMO AUTÉNTICO, ENTONCES LOS VEGETALES DEBERÍAN POSEER LA VÍA I
«Hay aquí ciertos cráneos afeitados ciegos que, después de hartarse de arroz, se sientan en dhyána para entregarse a prácticas contemplativas, atentos a toda impureza del pensamiento para impedir que se produzca, buscando la quietud porque les desagrada el ruido. Estos procedimientos son heréticos».
«Venerables, cuando digo que no hay ninguna Ley que buscar fuera, estos aprendices no me comprenden y deducen que hay que buscarla dentro de sí mismos. Entonces se quedan allí, sin moverse, delante de su pared, con la lengua pegada al paladar, sumidos en la meditación. Y esto lo toman por el método de los patriarcas y la Ley del Buddha.
¡Qué gran error!… Si es la inmovilidad lo que reconocéis como auténtico, entonces los vegetales deberían poseer la Vía. El hombre verdadero, por su parte, no depende de nada, se sirve tanto de la movilidad como de la inmovilidad».
LIN-TSI
Los maestros Zen
Jacques Brosse
NO ERAN YA EL VELO DE MAYA
Miró a su alrededor como si viera el mundo por primera vez. ¡Qué hermoso era aquel mundo! Variado, extraño y enigmático: azul aquí, amarillo y verde más allá; las nubes se deslizaban como el río; el bosque y las montañas conjugaban su estática belleza: todo era misterioso y mágico. Y en medio de todo esto, él, Siddhartha, despierto ya, se ponía en marcha hacia sí mismo. Y todas esas cosas, aquel azul y amarillo, el río y el bosque, penetraron por vez primera en los ojos de Siddhartha: ya no eran los hechizos de Mará, no eran ya el velo de Maya, dejaron de ser la absurda y contingente multiplicidad del mundo de las apariencias, indigna de los profundos pensamientos del brahmán, que la desprecia y solo busca la unidad. Para él, ahora, el azul era azul y el río era el río; y aunque en el azul y el río vistos por Siddhartha subsistiera, latente, la idea de unidad y de divinidad, no era menos representativo de la condición divina el ser aquí amarillo, ahí azul, más allá cielo y bosque, y aquí otra vez Siddhartha.
El “sentido” y la “esencia” no se hallaban en algún lugar tras las cosas, sino en ellas mismas, en todo.
-¡Que sordo y limitado he sido! —pensó luego aligerando el paso- . Cundo alguien lee un texto cuyo sentido quiere descifrar, no desdeña los signos ni las letras, ni los considera una ilusión, un producto del azar o una envoltura sin valor, sino más bien los lee, los estudia y los ama, signo por signo y letra por letra. Pero yo, que deseaba leer el libro del mundo y el libro de mi propio ser, desprecié sus signos y sus letras en función de un sentido que les había atribuido de antemano. Y denominaba ilusión al mundo de las apariencias, considerando mis ojos y mi lengua como fenómenos contingentes y sin valor alguno.
Pero esto ya pasó: me he despertado, estoy totalmente despierto y hoy, por fin, he nacido.»
Siddhartha
Hermann Hesse
CONSEGUIRLO
La mente es la raíz de todo nuestro conocimiento, tanto sobre nosotros mismos como sobre los demás. Si percibimos el mundo de manera poco clara surgirán sin duda confusión y sufrimiento: es como si nos pusieran unas gafas que nos mostrara todo borroso. Aunque no seamos conscientes de nuestra ignorancia y nuestras concepciones equivocadas, estas confunden nuestro conocimiento y nos sentimos perdidos.
Nuestra mente, en su estado actual, puede compararse a un tigre salvaje descontrolado a lo largo de la vida cotidiana. Impulsada por el deseo, el odio y el desconcierto, esta mente indomada persigue ciegamente lo que desea y la emprende con todo cuanto encuentra a su paso, con poca o ninguna comprensión de cómo son realmente las cosas.
La tendencia a dejarnos llevar por la ignorancia, el odio y el error nos esclaviza, dejando que predominen la confusión y las emociones negativas. Así la mente se vuelve salvaje e incontrolable, y nuestra libertad y felicidad quedan completamente destruidas. En nuestra vida como seres humanos hay gran cantidad de deseo y apego que nos causan mucho sufrimiento, tanto a nosotros mismos como a los demás. Si no satisfacemos nuestros anhelos, nos sentimos desgraciados. Incluso cuando obtenemos lo que queremos, la felicidad; pero que su producto es sólo temporal ya que, invariablemente, un nuevo deseo surge en su lugar.
Continuamente estamos tratando de satisfacer deseos que son ilimitados, carentes de forma y tan extensos como el espacio.
Hay dos cosas terribles en la vida:
Una, desear algo y no conseguirlo
La otra, CONSEGUIRLO
TRES PRINCIPIOS
«1. No desees una salud perfecta. En la salud perfecta hay angustia y exigencia. Como dijo un viejo maestro: ‘Haz del sufrimiento de la enfermedad una buena medicina’.
2. No aspires a vivir sin problemas. Una vida fácil lleva a una mente perezosa que emite juicios. Como dijo un viejo maestro: ‘Acepta las ansiedades y dificultades de la vida’.
3. No esperes que tu práctica se vea siempre libre de obstáculos. Sin impedimentos, la mente que busca la iluminación puede quemarse. Como dijo un viejo maestro:
‘Logra la liberación a través de los trastornos’.»
Kyong-Ho, Thousand peaks
365 Zen
UNA CANTINA
“…la imagen de su posesión, como aquella puerta cubierta de joyas que el desesperado neófito, rumbo a Yesod, proyecta por milésima vez en los cielos para que por ella pase su cuerpo astral, la cual se desvanece para dejar en su lugar lenta e inexorablemente la de una cantina cuando, en el silencio sepulcral y en la paz, se abre por vez primera en la mañana…
…los desperdicios de la noche anterior, cajas de fósforos vacías, cáscaras de limón, cigarros aplastados como ‘tortillas’ y cajetillas vacías que nadaban en medio de inmundicias y escupitajos. Y ahora que el reloj sobre el espejo indicaba las nueve pasadas, ahora que los voceadores de ‘La Prensa’ y ‘EI Universal’ entraban pateando o se encontraban parados en la esquina en este preciso momento, ante el mingitorio asqueroso y repleto de limpiabotas que llevaban sus cajones en la mano o los habían dejado equilibrados entre el mostrador y la barra de metal, ahora quería marcharse!
¡Ah,
sólo él sabía lo hermoso que era todo esto,
los rayos de sol,
rayos de sol,
rayos de sol que inundaban el bar de El Puerto del Sol,
que bailaban el berro y las naranjas
o caían en una sola línea dorada,
como si estuvieran en el acto
de concebir a un Dios,
que caían como una lanza
sobre algún bloque de hielo…”
Bajo el volcán
Malcolm Lowry
OJALÁ HUBIERA PODIDO DARLE ESTA HERMOSA LUNA
Ryokan, un maestro zen, vivía del modo más sencillo en una pequeña choza al pie de una montaña.
Una noche, un ladrón visitó la cabaña sólo para descubrir que en ella no había nada que robar.
Ryokan volvió y lo sorprendió.
«Probablemente has hecho un largo camino para venir a visitarme», dijo al ladrón, «y no deberías regresar con las manos vacías. Te ruego te lleves mi ropa como presente».
El ladrón se quedó perplejo. Cogió la ropa y se escabulló.
Ryokan se sentó, desnudo, observando la luna. «Pobre hombre», musitó, «ojalá hubiera podido darle esta hermosa luna».
ZEN Colección de escritos
Paul Reps
Nyogen Senzaki
¡QUÉ DELICIOSA ESTABA!